top of page

De aquí no soy, pero aquí estoy

Decir adiós no es fácil…Un día salí de mí casa con una maleta, dos bolsos y una cajita empacada con todo el amor y la tristeza del mundo. Me despedí de mis padres, de mi familia, mis amigos y de la tierra que me vio crecer. Aunque las lágrimas de mi madre me imploraban quedarme, de su boca no salía más que un “Dios me la lleve con bien, mija”.


Este es el relato de una joven que, dejando sus raíces, partió hacia una cuidad desconocida en busca de sus sueños.


Recuerdo que de niños muchos soñábamos con vivir solos, ir hacia otro lugar, conocer nuevas personas y tener nuevas experiencias. Cuando al fin lo cumplimos, nos dimos cuenta (o al menos yo lo hice) que no es tan lindo como imaginamos. Las cuentas no se pagan solas, la alacena no se llena con solo chasquear los dedos y los huevos fritos y el café no son los mismos que los preparados por mamá antes de ir al colegio. A pesar del espacio y la libertad que se tiene, a veces los domingos son tristes, melancólicos y solitarios. Las tertulias familiares, los cumpleaños y las celebraciones, ahora sólo pueden ser presenciadas por medio una pantalla y eso sí, con gran cantidad de lágrimas que impiden ver con claridad la sonrisa de tus padres y familiares al enviarte saludos.


En ocasiones, cuando le digo a la gente que no soy de aquí, las preguntas que más me hacen son: “¿y no extrañas tu pueblo?”, “¿te hacen falta tus padres?”, “¿te has adaptado a la ciudad?” Y muchas veces respondo cabizbaja: “claro que extraño mi pueblo, su cálida gente y sus pintorescos atardeceres, sus noches frías y sus mañanas resplandecientes, su aire fresco y limpio. Extraño vivir una vida sin prisa y tomarme un café con sabor a hogar”. “Claro que extraño a mis padres, en especial cuando regreso de estudiar y acá todo está solitario. También los extraño mucho cuando no puedo desayunar para ir a la universidad y recuerdo, con mirada caída, cuando mami me lo servía calientito y justo a tiempo. Claro que extraño mi hogar con ellos. Acá, mi hogar soy yo y a veces es triste”. A la tercera pregunta, cambio mi semblante y respondo con alegría: “fue duro adaptarme a una nueva cultura, a nuevas gentes, pero conté con la suerte de toparme con personas maravillosas que me ayudan a hacer todo más llevadero”.


Esa última pregunta me hace pensar en la razón por la que vine, por la que estoy aquí y por la que seguiré, día a día; enfrentándome a la vida, a las adversidades, a la soledad, a la tristeza y a la melancolía. Victor Hugo sugirió que la melancolía “es la felicidad de estar triste” y me permito relacionar este pensamiento con la realidad que vivimos los que estamos en una tierra ajena a la de nuestras raíces: de aquí no soy, pero aquí estoy demostrando la valentía que tuve al empacar mi vida entera en una maleta para seguir un camino lleno de nostalgia, que me guiará hacia los anhelos más profundos del corazón.


A pesar de todas las responsabilidades que conlleva vivir lejos del hogar nativo, pese a los altibajos sufridos a lo largo de nuestra carrera universitaria y sin importar todas las veces que solo deseamos regresar; la satisfacción del deber cumplido, la cara de orgullo de nuestros padres y familiares, la sensación de felicidad por alcanzar una meta que parecía lejana; compensan todos los días de tristeza, soledad y nostalgia. Todos los que vivieron y los que estamos viviendo esta experiencia somos “El provinciano” que Julio Jaramillo interpreta en sus líricas:


“Ahora que conozco la ciudad, de mis dorados sueños Y veo realizada la ambición, que en mi querer forjé Es cuando el desengaño de esta vida me entristece Y añoro con dolor, mi dulce hogar”.


Angela Nathalia Bucheli

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Y los líderes sociales, ¿qué?

La cuarentena confirmó que al Estado colombiano jamás le han interesado los líderes sociales. En esta crisis los hostigamientos no han...

 
 
 

Comentarios


Clúster Ideas que transforman es una marca registrada desde 02/02/2017

bottom of page