El espíritu revolucionario sigue vigente
- Reportero Clúster Ideas
- 25 may 2020
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Ella es como Colombia, una continua realización de luchas: por la ideología, la aceptación, la independencia, la libertad de pensamiento, la defensa, la naturaleza, la política y los derechos. La humanidad se ha convertido en la misión prioritaria de su vida. Al igual que la nación, aún se mantiene de pie y con vigor; como si no hubiesen prisas, como si el tiempo no expirara, como si a través de su vida se construyera un sentido en el que por fin se puede hallar la justicia social. Lo hace, aunque el mundo le grite que no hay tiempo para más luchas. Su corazón se cansa, pero su alma se fortalece cada día con su espíritu de revolución inagotable. Mas, persiste con fervor el cambio de una sociedad que se desvanece con gotas de sangre, hilvana con firmeza las cicatrices de este país violentado, pero protegido por una identidad transgresora que sucumbe en su nombre: Maria libertad.
Desde que estaba en las entrañas de su progenitora tuvo que aprender a sobrevivir. El 6 de octubre de 1945 en Quebradanegra, Calarcá; nace la hija del M19, la madre de los derechos y la eterna defensora de la vida y la justicia. Ese día se aferró a la existencia más que nada, resistió y aunque no lo sabía, tenía claro que no era su hora de morir. El día que venía al mundo su madre se estaba arrastrando por un cafetal, huyéndole a la violencia: “mi madre murió el día que yo nací. Mi familia era liberal y en ese tiempo estaba la guerra bipartidista. Mi padre se vino para Armenia después y como yo era la primera, él no sabía criar hijos. Me regaló a una pareja joven que venía de Medellín”. Así es que, con tan solo ocho meses de nacida fue dada en adopción, registrada como la hija legítima del matrimonio y bajo el nombre de María Yanet Acosta. Aclara que este acto fue como una bendición, pues aquel matrimonio de Alfredo Acosta y María Catalina Patiño la acogieron como si fuese una hija, le proporcionaron todo el amor y la educación que se necesitaba para crecer dignamente.
Sin embargo, su naturaleza rebelde empezó a forjarse desde temprana edad, “yo salía con el uniforme del colegio a vender la voz proletaria”. Por alguna razón sentía que aquel esquema conservador le molestaba y un hombre en especial la llevó a cultivar ese instinto “a mi casa llegó a vivir un sastre que era colombiano pero que había estado en la unión soviética, Rusia, Japón, Cuba. Él llevaba más libros que ropa y me empezó a intrigar. Yo tenía como ocho o nueve años y le alquilaba los libros por medio peso. Empecé a leer todo lo que era literatura soviética. Con el tiempo le prestaba más atención a esto que a mis materias. Cuando salía del colegio me iba para la casa del partido comunista y empecé a vincularme clandestinamente porque mi padre era conservador y yo estudiaba en un colegio religioso, entonces no podía decir abiertamente que era de la juventud comunista”. A pesar de esto, comenta que su padre fue muy comprensivo y supo aceptar sus diferencias ideológicas. En tanto que una vez su madre adoptiva la estaba reprendiendo y su padre la defendió, dejándole presente una frase que la marcó de por vida: “no porque usted y yo seamos liberales o conservadores, ella tiene que serlo. Los hijos pueden ser lo que quieran, con eso no afectan a nadie. Obligatoriamente no tienen que ser católicos o evangélicos, que sean ateos sí quieren”.
María Libertad entendió que aunque ella estuviera en contra de la sociedad y sus prejuicios, su padre siempre la entendería. Esa chispa de libertad tan precoz encendió aún más su espíritu de querer transformar la realidad. El empuje, la curiosidad, ese hambre de comerse al mundo la llevaron a irse de su casa a los catorce años. Era joven, tenía la plenitud fresca, no podía dejarla esfumar. Su escape la condujo hacía su primera vocación de servicio, se convirtió en una misionera de la iglesia.
No obstante, sus manos parecen haber superado mil batallas. Su apariencia diminuta, pero sabia, recuerda la admiración que se le tiene al paso de los años. Y aunque estos pesen, su conciencia sigue intacta. Tiene una memoria profunda y su discurso es extenso. Rememora numerosos detalles y los descompone levemente, escudriña sigilosamente cada dato. No quiere dejarle nada al azar. Viste entre un par de botas militares y lleva una boina tan significativa como todos sus logros -múltiples estudios y diplomados en derechos humanos, ciencias forenses, autoconstrucción, entre otros-. En ella, exhibe con orgullo los pines de sus íconos, en especial el del Che Guevara. Poco a poco, saca de su carpeta fotos de las que se siente orgullosa: un carnet que evoca su comandancia en el M19, una foto con Gustavo Petro y hasta el tarjetón de cuando se lanzó al concejo. Su aspecto sobresale, es imposible que por sí misma no pueda llamar la atención. Es evidente que su tiempo no se agota, la esperanza de un cambio tampoco. Tiene setenta y cinco años y sus mejores batallas han sido en pro de una sociedad equitativa: “trabajé con comunidades campesinas, aparte yo soy desmovilizada del proceso de paz de 1990-1991. Yo no firmé la paz antes, cuando la ONU vino a Corinto. Hablé con Pizarro, le dije que Colombia no estaba preparada para la paz -es que ni siquiera para la guerra-. No firmé, entonces me advirtieron que quedaba fuera de todo beneficio, les respondí que yo había ingresado por ideología, no por prebendas. Sin embargo, seguí trabajando por un proceso de paz en las comunidades y barrios populares”.
En una de sus pequeñas tarjetas hay un lema: “defender el pueblo es defender la paz” y es que así es ella, una mujer del pueblo y para el pueblo. “Yo he trabajado con los campesinos y los indígenas; embera chamíes, wayuus, arhuacos, koguis y tayronas de la sierra nevada de Santa Marta. También con los guambianos del Cauca y los nasas o paeces. He estado en Guainía, Vichada, parte de la Amazonía, y en Putumayo acompañé a los kansas”. Destaca que aunque haya sido formada por una familia de clase media, sus raíces son campesinas, pues sus padres biológicos lo eran. En definitiva, es una mujer de hierro que tuvo el valor de luchar contra todos los esquemas impuestos. Después de que huyó de su hogar, partió hacia Bogotá y una monja de origen francés la sacó de la plaza España donde mantenía. Una mañana, mientras desayunaba, la encontró; desde entonces le ofreció refugio, comida y educación. Cuando terminó el bachillerato quería cursar la universidad y fue el padre Camilo Torres quien autorizó una beca para que estudiara sociología en la Universidad Nacional. Solo llegó hasta segundo semestre, pues su mentor fue perseguido por la iglesia. Tildado como el cura guerrillero, abandona sus labores para enlistarse en las filas del ELN. “Cuando el padre se fue, quedé desorientada y empecé a vincularme a la UP, hasta llegar al M19 en 1980. En mi tiempo no era todavía un movimiento armado. No se consideraba guerrilla, más bien se trataba de una especie de concepción revolucionaria dentro del contexto de defender unas ideas concernientes a las normas de equidad y justicia social. En ese movimiento arreglábamos el país desde los concejos estudiantiles”. De modo que su motivación principal era hacer más justa la democracia local y nacional.
No es fanática de ningún sistema de organización económico, fiel crítica de la realidad que ha vivido y amiga de la defensa por los derechos humanos. Así mismo, manifiesta con palabras rígidas el problema de Colombia: “el modismo de dominar al otro es un fenómeno patriarcal que influye en la política, la cultura y en lo social. Porque el terrateniente no tiene el espíritu de ser más que un macho que da órdenes, manipula y agrede al más débil. Entonces, cuando el hombre colombiano salga de esa textura testicular y abra un paso a pensar con el cerebro y con el corazón; podríamos hacer un gobierno netamente humanista, sin ser comunista, socialista, ni capitalista”. Es así, que su pensamiento trasciende los paradigmas impuestos por la sociedad. De ahí que su personalidad pletórica de traspasar las fronteras de la revolución la hayan conducido a ayudar a los vulnerables, pues en ese momento, le entregó su corazón a la única religión que la dejó volar en un mundo de guerra: la humanidad.
Ella se regocija en medio de las hojas, las palabras y las metáforas, aquellos significados que la motivan a seguir trabajando por la sociedad, al mismo tiempo, lleva consigo la insignia de los autores que más apetecen a su conocimiento: Juan Jacobo Rousseau, Erich Fromm, Maria Teresa Nidelcoff, Carl Sagan, entre otros. Escritores que han sido sus armas para luchar contra las clases insensibles, crueles y egoístas. Por otro lado, admira mucho a la monja Teresa Forcades, dado que fue una de las mujeres que hizo distintas denuncias. La primera, es qué significa la temática del nuevo orden mundial, puesto que se salió del capitalismo gringo para ingresar al asiático. La segunda, trata sobre la falta de medicina para las comunidades marginadas. La tercera, hace énfasis en la vacuna del papiloma humano, la cual contiene una pequeña dosis que produce esterilización en la temprana edad del organismo de la niña. Estas son las mujeres sensibles que buscan la defensa del pueblo ante las grandes organizaciones que quieren adueñarse, destruir y explotar el legado de los antepasados.
Para Maria libertad, la religión ha quedado en el olvido, pues desde que era monja su mayor pasión era la revolución, aquella práctica que la hizo comprender su misión terrenal en una humanidad que solloza en el conflicto, la violación y la inequidad. Es por ello que respeta mucho la creencia que profesó, sin embargo, cuando estudió teología comprendió a profundidad la biblia y el concepto de Dios. El primero, por ser un libro de mitologías. El segundo, porque considera que el significado de Dios es “machista”. Por otro lado, conoce que la cruz en su posición vertical trata el patíbulo, donde están obligados a morir crucificados; de modo que para ella es una violación de los derechos, mientras que, la posición horizontal, hace referencia a la comunicación de Dios a través de la realidad universal del hombre. Por esto, la cruz se convierte en un fracaso para Jesús, ya que él fue el primer líder social, defensor de la dignidad del hombre y la mujer.
Su conocimiento es una caja fuerte que conserva en su memoria. Los años le han dado la oportunidad de forjar su identidad crítica frente a diversos sucesos: “las potencias del mundo pretenden acabar con la raza humana latinoamericana. No obstante, ellos no comprenden que Europa es un país de viejos que necesita de nuestra sangre. Por ejemplo: en el amazonas, ingresan antropólogos europeos y norteamericanos. A los varones de esta región les extraen espermatozoides para llevarlos a los laboratorios de Europa y los Estados Unidos, para la manipulación del genoma humano. Porque quieren buscar la dominación y por eso las multinacionales quieren tomar provecho. En consecuencia, por este fenómeno es que cada día hay más asesinatos de líderes sociales, indígenas, afros y urbanos. Es decir, acabar con las personas que contesten al compromiso social”. Su mirada denota que sus fuerzas internas son infinitas para servir. Se cuestiona todo lo que pasa a su alrededor y detalla a la perfección el comportamiento humano, el cual desdeña por su falta de compromiso ambiental y social.
Esta mujer es el símbolo femenino del puño en la mano, la fortaleza y la voz en alto del himno patrio, pues tiene las agallas para demandar en pro de los derechos y no se ha detenido en el recorrido. Comenta que el problema ahora es “el narcoturismo contenido en la prostitución y drogadicción; por eso, todo se convirtió en una mafia. Por ejemplo: la ingeniería colombiana está diseñada para un beneficio individual, entonces aquí no se tiene un plan de desarrollo urbanístico para ser una ingeniería confortable, armónica, defendiendo el ecosistema y dando una especie de capacidad y movilidad más sana, sino que es expansionista”. Por esta razón, toma sus armas de lucha: la escritura y la oralidad, con el fin de evitar que se cometa un acto, en el que se puedan ver afectadas las comunidades.
Finalmente, su talento para escribir es imprescindible. Sus poemas y cuentos reflejan el transcurso de su vida, pues son las únicas huellas que deja impregnadas en sus manuscritos, aquellos que la hacen revivir su pasado. Letras que conforman la identidad revolucionaria de Maria libertad.
Justicia
La injusticia tiene poder para triunfar , pero no tiene poder de amar y perdonar. Lucha estéril de los fugitivos contra lo eterno, se que todos los poderes se acabarán un día. Por tanto, yo soy poeta y busco otros altares. No busco prebendas, ni me vendo por treinta monedas de la falsa cordura de los que creen que con la guerra y el poder político militar van a cambiar este caos. Yo soy un pájaro que canta melodías de esperanza, hasta lograr la libertad, la justicia para mi patria y aunque no lo alcance en esta tierra. Un día cuando yo ya no exista aquí, desde otra galaxia seguiré buscando, luchando y proclamando libertad, amor y justicia para mi patria.
Maria libertad
Estefanía Mosca y Melisa González
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