Enséñame hacia dónde vas
- Reportero Clúster Ideas
- 15 abr 2020
- 7 Min. de lectura
Sara Camila Escobar Escobar
La primera vez que habló para un público, desbordó toda su historia en tan solo un minuto a pesar de haberla programado para contarla en cinco. Justo así, fue como hace diez años un estudiante empezó a contar historias para no alejarse del escenario que lo acogió durante mucho tiempo por medio del teatro. Hablo de Sergio Monares, al cual todos conocen como “Checho” y hoy, además de un hombre, para muchos es un cuentero.

Es oriundo de la capital del Valle del Cauca y ha pasado ya por 26 noviembres, logrando así ser egresado del programa de filosofía de la Universidad el Valle y actual estudiante de medicina de la Universidad del Quindío. Checho llega a la cuentería después de encontrar en ella la salvación que el tiempo se le estaba llevando debido a la adultez, pues antes de ser cuentero practicaba danza contemporánea y teatro; y al ser incapaz de separarse del arte, encontró en la cuentería la manera de continuar siendo artista sin que interrumpiera en aquel ajetreo que a diario presenta la vida.
Su trayectoria empezó en San Antonio con el impulso e inspiración de un docente de la primera universidad donde estuvo. Al ganar experiencia, logró conocer la extraordinaria diversidad de Colombia que se caracteriza por ser tan distinta en cada rincón del país, al igual que cada una de sus presentaciones. Sergio conoce al público e interactúa con él, siendo consciente de que este siempre va a controlar parte de la presentación, al mismo nivel que lo hace el cuentero y el contexto en el que está.
Él conoce a Colombia y un poco más allá, recuerda de sus shows todas aquellas emociones que sintió en su momento, desde una euforia incomparable, una tranquilidad inigualable, hasta una molestia inevitable. Hoy, es cada una de las historias que llegó a contar y lleva en su sonrisa todas aquellas risas que logró causar.
Como cuentero, es un artista que frente a su público intenta soñar, imaginar y aprender a hacer cada presentación algo memorable. Apuntando a lo magnífico, aunque sea consciente que no siempre se logra. Quizá por el público, el contexto o quizá por él mismo. Un buen show depende de estos tres elementos. Para Checho el público atento es aquel que escucha creando un mundo en su mente, que le permite escapar de aquellas cadenas a las que los ata la rutina, disfrutando así de un tiempo grato que le brindará un respiro, además de un par de risas. Un buen cuentero es aquel que es consciente de la responsabilidad social que acarrea el convencer y persuadir con sus palabras a aquellos que lo escuchan. Así, un buen contexto se define y depende de cuanta sintonía tengan los dos elementos anteriores.
Checho ve la historia de una manera técnica, como un conglomerado de hechos que tienen una línea que les brinda cohesión, unidad y sentido. Él lo lleva más allá al afirmar que el cuento es un reto en el cual se deben poner todos los elementos necesarios para que sea interesante, atractivo e ingenioso. Sin olvidar que su objetivo principal es lograr que la intención de una historia sea la de aportar y hacer que las personas aprendan, no sólo hechos, sino aquello que compartimos con los demás, la humanidad.
De ahí la afirmación Contar historias nos sirve para saber de dónde venimos y conocer de dónde vienen los demás. La tradición oral es tan amplia, que practicarla rescata aquellas costumbres con las que crecimos y componen una parte irremplazable de nosotros. Contar cuentos no es solo para los niños, es para todo aquel que esté dispuesto a recordar y escuchar lo que alguien tiene para decir y compartir a la humanidad.
Aunque el oficio de narrar es hermoso, la intención de Checho está lejana a limitarse a ello. No solo quiere presentarse, sino evitar el tedio de la vida y buscar un rescate en cada manifestación artística. Lo compara así, con el relato de Kafka: El artista del hambre, que trata de un hombre que ayuna, no con la mera intención de ayunar sino de no consumir ningún alimento debido a su fobia y desagrado hacia la comida mundana. Él es incapaz de alejarse de aquello que lo ha salvado y lo ha alejado del hastío de la vida.
Entre tanto y mucho más, algo risueño por naturaleza, Sergio cree en la risa como un fenómeno social atractivo. Sumándole a esto que no define por completo una presentación, pero dice mucho de ella. Habla de cuanta imaginación tiene el público para crear en su mente aquellas escenas que con tanto ingenio el cuentero muestra de forma imprevista. La risa es una sorpresa que va de la mano con la abstracción del público en la historia y en el mundo.
De esta manera, al estar a la intemperie de una manifestación artística que a lo largo de la historia ha evolucionado, pero sobre todo se ha adaptado a la incipiente modernidad, el comediante ha sido un representante de la oralidad. Esa misma que buscando transmitir más que hechos, ha enseñado a sentir a su público para que comprender su igualdad. Así mismo, saber que son una colectividad y que comparten aquella humanidad que representa la mayoría de las decisiones que el mundo de manera incomprensible ha de tomar.
“A mí me resulta muy complicado comprenderme a mí mismo y a los otros sin arte”.
La cuentería ha influido en su vida a niveles inimaginables, a nivel profesional ha conseguido desempeñarse como docente -aunque fuera por poco tiempo-. Menciona que con esta habilidad puede hacer de una clase un nuevo mundo, con dinámicas impresionantes que rompen por completo a lo que se está acostumbrado a ver en lo que se considera normal, una clase es similar a una función ya que no solo da contenido e informa, también narra y enseña. Como filósofo Checho se desempeñó como conferencista y al ser cuentero fue capaz de desarrollar todas aquellas aptitudes y actitudes que se requerían para el buen desempeño de su profesión.
No hay que olvidar que Checho es estudiante de medicina y siendo esta una de las profesiones más bellas del mundo, la cuentería no solo ha beneficiado su vida sino también la de cada uno de sus pacientes. Checho aprendió de su público a escuchar y lo aplicó en su profesión al ser capaz de escuchar a cada uno de sus pacientes, no solo en sus síntomas sino en cada una de las emociones que aquejan a aquellos que sufren una enfermedad, porque el ser humano es vulnerable y aceptarlo obliga a enfrentar aquellas emociones por medio de la empatía.
Por consiguiente, refleja cierta imagen a los demás de confianza y respeto, a pesar de eso genera intriga qué imagen desea dar el en momento donde no se presenta como nada más que como un representante de la cuentería. Uno construye una imagen siempre que se presenta, pero lo que uno necesita en esencia es ser auténtico, por eso en esencia pretendo ser tal y como soy en realidad, no se debe caer en aquel juego mediático donde lo único que importa es lo que el público pueda pensar sobre alguien. Referenciando a el escritor Mario Vargas Llosa con su texto La civilización del espectáculo, Checho llegó a la conclusión que: la imagen de mí que intento dar en escena es la de aquel que ha estudiado de lo que va a hablar.
Ciertamente los recuerdos son tan importantes para el mundo ya que es aquello a lo que podemos acceder para ver lo que fue en algún momento y llegar a compararlo con lo que es en la actualidad. Estos son los años de Checho, pero la manera en la que quiere ser recordado cuando ya no lo sean está entrelazado con todo lo que quiere lograr con sus historias. En el momento en el cual decidió ser cuentero asumió una responsabilidad con el arte y la palabra y desea que por eso lo recuerden: por ser alguien francamente atormentado y maravillado por la condición humana ajena y personal. Quien ha buscado encontrarse a sí mismo en el arte, porque sin él se siente perdido.
"La oralidad es una herramienta de cambio social y quiero que la gente lo sepa, que sea un público exigente y no se deje encantar, hay que formarse de una manera crítica".
No estará por demás traer a colación, que toda herramienta de difusión mediática es importante. Maneja información y dice mucho del pueblo que la consume, pensar al respecto suele ser incómodo al no tener la misma fuerza y credibilidad de antes. Cabe entonces tener presente lo que Checho espera decir a los medios al utilizar la misma herramienta que ellos para construir mensajes, la palabra. Por eso, quisiera yo decir: que es tan importante la gente que lee como la gente que es consciente de que la lectura es equivalente a la oralidad. No sirve de nada un texto que nadie lee al igual que un espectáculo sin público, hay que tener el deseo que escuchar al otro con disposición, para expandir ideas personales.
De observar y escuchar se pudo aprender. Quien se imagina, que algo tan subestimado como la humanidad es aquello que jamás terminaremos de conocer. Qué podrían pensar de nosotros nuestros contrarios al saber que sin importar estar toda la vida con nosotros mismos al final jamás terminaremos de autoconocernos. Cada vez que conozco del ser humano conozco más de mí, menciona Checho, pero es la imposibilidad de terminar este camino es donde el objetivo deja de ser el conocer al ser humano, sino recorrer aquel camino. Menciona a Umberto Eco con su frase ¿Entonces, para qué nos sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar y ante las últimas palabras en las que puede definir su oficio son una hermosa analogía con aquella frase anterior: la cuentería nos sirve para caminar sabiendo que nunca vamos a llegar a la meta.



Comentarios